En
un lejano planeta donde los rayos del sol llegan y purifican el ambiente, las
velocidades de luz y del sonido son utilizadas para servir; la codicia del dinero
no existe, las enfermedades son como piquetes de zancudos inofensivos, el agua abunda en maravillosas cascadas, ríos
y mares limpios de gérmenes dañinos; el aire es tan limpio y puro que fortalece
los pulmones; donde la palabra amor es boleto para saludar y la palabra perdón
es la licencia para vivir en armonía y felicidad. Solo existe una ley de
tránsito para conducir en ese planeta y reza: “Todo ciudadano debe guardar la
distancia y respeto del vehículo que va adelante, si éste sufre algún percance
se deberá ayudar al prójimo sin distinción de credo o color político y si no lo
hace será apartado del bienestar social y perderá la felicidad que solo se
siente en amar al prójimo y su hogar; pero si cumple, verá cómo se llena su
corazón de felicidad y la prosperidad llegará hasta que sus días lleguen a su
final”. El trabajo es constante, la jornada laboral es voluntaria, la fe en el porvenir
es inquebrantable. Donde todos sus habitantes se preocupan por amar, servir y
construir la paz, donde existe un noble deber: “Todos debemos amar y ayudar,
sin excepción, aspirar a ser feliz y cuidar nuestro hogar y nación” Para cumplir
esto, el planeta ha eliminado las preocupaciones, la tristeza, la ansiedad, el
miedo y las enfermedades psicosomáticas que llenaron las vidas de sus
habitantes y que fueron como un toque de atención que les avisaban de que algo
estaban haciendo mal… Se preguntaron constantemente: ¿Es tan difícil ser feliz?
¿Es imposible mantener la sonrisa en el rostro y la paz interior de una forma
prolongada? Ellos respondieron que no, y llegaron a la conclusión de que la
fuente de la felicidad ya está dentro de cada uno de los habitantes de este
planeta y que sólo hay que abrirle la puerta y dejarla que ella los deslumbre
cada día…
En este planeta descrito, nació una bella mujer, llena de amor incondicional y
sereno. Que llenó de azul celeste el
cielo, que con su luz envuelve su hogar, sus palabras están llenas de paz,
sabiduría y ejemplo de vida. Ella ha dicho atreves de sus limpias acciones: que
el ayer no existe...El mañana no existe... Que el presente es la verdadera Luz
para servirte.
Esa
mujer bella es mi Madre… Que me trajo a esta tierra para dar testimonio de su
amor.
Caí
como bajado del cielo en la Ciudad de
Matagalpa, de la gasolinera Chevron 75 metros al sur, mano izquierda, a la una de la mañana
de un primero de enero, mientras todos celebraban y daban la bienvenida al año nuevo.
Con
ella, yo he aprendido que los verbos para la vida se conjugan en presente: Amo,
Canto, Río y Sirvo ¡Hasta creo a veces que vivo! ¡Y sueño que comparto y me
llevo a todos los presentes al Planeta lejano
que dió a luz a Rosita Emilia Ruíz mi linda y humilde Madre! ¡A través de mi pluma, de un beso o una
preciosa flor!...
¡A
ti que me diste todo, sin pedir nada!...
Gracias
Mamá
Matagalpa, Nicaragua,
26 de Mayo de 2016
Local: Restaurante
Pizza Venezia.
Hora: 5pm.