sábado, 18 de junio de 2016

En un planeta lejano





En un lejano planeta donde los rayos del sol llegan y purifican el ambiente, las velocidades de luz y del sonido son utilizadas para servir; la codicia del dinero no existe, las enfermedades son como piquetes de zancudos inofensivos,  el agua abunda en maravillosas cascadas, ríos y mares limpios de gérmenes dañinos; el aire es tan limpio y puro que fortalece los pulmones; donde la palabra amor es boleto para saludar y la palabra perdón es la licencia para vivir en armonía y felicidad. Solo existe una ley de tránsito para conducir en ese planeta y reza: “Todo ciudadano debe guardar la distancia y respeto del vehículo que va adelante, si éste sufre algún percance se deberá ayudar al prójimo sin distinción de credo o color político y si no lo hace será apartado del bienestar social y perderá la felicidad que solo se siente en amar al prójimo y su hogar; pero si cumple, verá cómo se llena su corazón de felicidad y la prosperidad llegará hasta que sus días lleguen a su final”. El trabajo es constante, la jornada laboral es voluntaria, la fe en el porvenir es inquebrantable. Donde todos sus habitantes se preocupan por amar, servir y construir la paz, donde existe un noble deber: “Todos debemos amar y ayudar, sin excepción, aspirar a ser feliz y cuidar nuestro hogar y nación” Para cumplir esto, el planeta ha eliminado las preocupaciones, la tristeza, la ansiedad, el miedo y las enfermedades psicosomáticas que llenaron las vidas de sus habitantes y que fueron como un toque de atención que les avisaban de que algo estaban haciendo mal… Se preguntaron constantemente: ¿Es tan difícil ser feliz? ¿Es imposible mantener la sonrisa en el rostro y la paz interior de una forma prolongada? Ellos respondieron que no, y llegaron a la conclusión de que la fuente de la felicidad ya está dentro de cada uno de los habitantes de este planeta y que sólo hay que abrirle la puerta y dejarla que ella los deslumbre cada día…
 En este planeta descrito, nació una  bella mujer, llena de amor incondicional y sereno.  Que llenó de azul celeste el cielo, que con su luz envuelve su hogar, sus palabras están llenas de paz, sabiduría y ejemplo de vida. Ella ha dicho atreves de sus limpias acciones: que el ayer no existe...El mañana no existe... Que el presente es la verdadera Luz para servirte.
Esa mujer bella es mi Madre… Que me trajo a esta tierra para dar testimonio de su amor.
Caí como bajado del cielo en la Ciudad de  Matagalpa, de la gasolinera Chevron 75 metros  al sur, mano izquierda, a la una de la mañana de un primero de enero, mientras todos celebraban y  daban la bienvenida al año nuevo.
Con ella, yo he aprendido que los verbos para la vida se conjugan en presente: Amo, Canto, Río y Sirvo ¡Hasta creo a veces que vivo! ¡Y sueño que comparto y me llevo a todos  los presentes al Planeta lejano que dió a luz  a Rosita Emilia Ruíz  mi linda y humilde  Madre! ¡A través de mi pluma, de un beso o una preciosa flor!...
¡A ti que me diste todo, sin pedir nada!...
Gracias Mamá

Matagalpa, Nicaragua, 26 de Mayo de 2016
Local: Restaurante Pizza Venezia.
Hora: 5pm.





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