I
Timoteo 1: 12 -
17
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12
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Doy
gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro,
que me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio,
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13
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a mí,
que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero encontré
misericordia porque obré por ignorancia en mi infidelidad.
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14
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Y la
gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí, juntamente con la fe y la caridad
en Cristo Jesús.
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15
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Es
cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación: Cristo Jesús vino
al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo.
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16
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Y si
encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo
toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para
obtener vida eterna.
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17
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Al Rey
de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
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En la lectura San Pablo, con harta pasión, nos transmite su
experiencia de conversión. Una experiencia de conversión profunda que le lleva
a pasar de perseguidor de cristianos a cristiano perseguido. Es esta lectura
una invitación a cada uno de nosotros mismos a cerrar los ojos y recordar el
momento de nuestra vida, quizás más de uno, en el que hemos sentido esa experiencia
extrema de Dios, el momento o momentos en los que recordamos haber sentido con
fuerza esa confianza de Dios en nosotros y nuestra respuesta de mutua confianza
y compromiso en la construcción del Reino entre nosotros…
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