domingo, 15 de septiembre de 2013

I Timoteo 1: 12 - 17



I Timoteo  1: 12 - 17


12
Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio,
13
a mí, que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero encontré misericordia porque obré por ignorancia en mi infidelidad.
14
Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí, juntamente con la fe y la caridad en Cristo Jesús.
15
Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo.
16
Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna.
17
Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

En la lectura San Pablo, con harta pasión, nos transmite su experiencia de conversión. Una experiencia de conversión profunda que le lleva a pasar de perseguidor de cristianos a cristiano perseguido. Es esta lectura una invitación a cada uno de nosotros mismos a cerrar los ojos y recordar el momento de nuestra vida, quizás más de uno, en el que hemos sentido esa experiencia extrema de Dios, el momento o momentos en los que recordamos haber sentido con fuerza esa confianza de Dios en nosotros y nuestra respuesta de mutua confianza y compromiso en la construcción del Reino entre nosotros…
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario