Del libro de la Sabiduría 11, 22-12, 2
Señor, el mundo entero es ante
ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre
la tierra.
Pero te
compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de
los hombres, para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y no
odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías
creado.
Y ¿cómo
subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido?
¿Cómo
conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado?
Pero a todos
perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.
Todos llevan
tu soplo incorruptible.
Por eso,
corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes,
para que se conviertan y crean en ti, Señor.
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