Eclesiástico: 35, 15-17. 20-22
El Señor es un juez que no se deja
impresionar por apariencias. No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las
súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huérfano ni las
quejas insistentes de la viuda.
Quien sirve a Dios con todo su corazón es
oído y su plegaria llega hasta el cielo. La oración del humilde atraviesa las
nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no
desiste, hasta que el Altísimo lo atiende y el justo juez le hace justicia.
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